Aburrimiento chair

¡Qué título! Aburrimiento chair, vamos, como para ir sonriendo al espectáculo ¡y encima que te cobren!

¿Pero quién haría una obra para aburrir al espectador y anunciarlo previamente?

Los directores, los guionistas y los propietarios de las salas desean –casi siempre- que sus títulos sean como la miel para las moscas: que las atraigan y se queden pegadas a las butacas, a ser posible sin bostezar, a ser posible entreteniendo y muy deseablemente que lloren o rían.

“Aburrimiento chair” es algo de esto último: una comedia amable, de media sonrisa y alguna carcajada y con un par de estridencias para despertar al posible aburrido de turno.

Aquí no encontrará desnudos, ni nada soez, ni tiros, ni siquiera más sangre que la que pudiera hacerse comiéndose las uñas o trizándose los dedos con el asiento abatible de su butaca.

4 actrices 4 representan durante algo más de una hora las angustias, las ilusiones, miedos e interrogantes de una espectadora, que es torturada por la duda y las perrerías de la circunstancia escénica.

Con poca escenografía, Gómez monta una comedia eficaz y de formato poco convencional, en el que hay una interacción falsa con el espectador, que en ocasiones se siente partícipe de la obra, cuando en realidad no es más que un mero espectador del papel que le ha otorgado en escena Juan Gómez.

La reflexión caritativa que, con todo el respeto, dirige el director a los espectadores es muy de agradecer pues el espectador no es un papel habitual en los escenarios, como si no formara parte del mundo escénico y siempre estuviera mirando a través de una ventana. Gómez convierte esta vez esa ventana en un espejo y devuelve al espectador sus miedos e incertidumbres cuando acude a una representación de actores.

Sara está increíble en su histriónico papel de maestra de ceremonias, así como la risueña y teatral Itziar, y la efectiva María José, sufrida espectadora, que en algún momento nos hizo creer que lo era en realidad.

Marjo redondea un papel de actriz que explota en ocasiones sus posibilidades dramáticas, como un torero al que le ha tocado en suerte un novillo un poco manso y lleva el peso de la obra intentando lucirla para el respetable, aunque en ocasiones se vea que le queda pequeña para sus posibilidades reales.

El conjunto es una obra de entretenimiento que con mejores medios luminotécnicos y una mejor armonía en la elección de las actrices –muy acertadas en las interpretaciones individuales pero menos en la dialéctica del escenario- podría convertirse en un clásico de la escena madrileña en el Día del Espectador, si se celebrara con todo el boato del Día de Difuntos y su Don Juan Tenorio.

José Luis Muñoz Mora
Madrid, noviembre 2010