Revista cultural de Finlandia. Entrevistas, artículos, noticias y
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Actores, por orden de intervención


Hilkka Karlsson: Celia Pérez Álvarez

Runar Karlsson:
Rafael Díez-Labín

Tauno Peltonen:
Paco Gallego Amigo (Helsinki),
David Portela (Madrid)

Eva Lehtonen:
Vanessa Actif

Mari Komonen: Andrea Delicado Cárdenas

Jaako Laiho:
Juan Carlos Puerta (Helsinki),
José María Ureta (Madrid)

Kylliki Laiho:
Marjo Ikonen

Simo Kapeelahti: Roberto Aguilera Martín

Paavo Kiiski: Andrés Bernal Lagarda

Heikki Härkälä: Diego Santos Saavedra

Ulla Kiiski: Andrea Delicado Cárdenas

Detective:
Paco Gallego Amigo (Helsinki),
David Portela (Madrid)














































































































F I N L A N D I A, portada


Crítica teatral: El Pantano

Representación de la Compañía Ilmatar, basada en la obra de Jussi Kylätasku:

Runar y Kyllikki (1971)

He tenido la oportunidad de asistir a dos representaciones de El Pantano, adaptación basada en la obra de Jussi Kylätasku: Runar y Kyllikki en dos ciudades diferentes, en dos escenarios diferentes en 2007.

El día 28 del mes de agosto en el Kokoteatteri de Helsinki y el 14 de octubre en la sala Ítaca de Madrid.

En la representación finlandesa la obra tuvo una extensión ligeramente mayor y aunque fueron apenas siete minutos más, le dieron una comprensión a la obra que en Madrid faltó para poder entender un complejo argumento plagado de personajes. Además, el escenario de la Sala Ítaca se quedó pequeño para acoger una obra con diez actores que protagonizaban doce caracteres y que a veces no tenían espacio para moverse con soltura.

Los monólogos del joven Runar, Rafael Díaz-Labín, recordaban por su dramatismo y hechuras a los de cualquier experimentado Hamlet, con excelentes movimientos dramáticos y una expresividad muy de agradecer en las primeras filas de butacas. Su dicción fue clara y, totalmente en su papel, se dejó zarandear por los dos diferentes actores que interpretaron el papel de padre de Kyllikki en cada uno de los teatros referidos, José María Ureta en Madrid y un entregado y sufrido progenitor en Helsinki: Juan Carlos Puerta, muy creíble en todos sus padecimientos paternales.

El otro actor que no repitió en Madrid fue Paco Gallego Amigo, brutal en su papel de Tauno Peltonen. David Portela no pudo dar en Madrid la dimensión que el personaje requería, pero dejó la impronta de un actor que sabe cómo se comportan los villanos.

Roberto Aguilera me sorprendió en la primera representación por sus maneras tragicómicas y su recursos de actor de gran talento, pero en la Sala Ítaca no pudo dar la misma rotundidad a un personaje que en la obra no es uno de los principales y que él ha llegado a hacer grande.

Vanessa Actif -Eva Lehtonen- consumió su tiempo en ambos eventos con una precisión matemática, con la misma energía, con el mismo talento, sin altibajos, transmitiendo al frívolo personaje un estilo a caballo entre el cabaret y la zarzuela, con una imponente presencia que le reserva papeles de protagonista y registros de comedia.

Andrea Delicado -Mari Komonen y Ulla Kiiski- hizo esfuerzos por lustrar sus dos papeles de relleno y lo consiguió, especialmente en este último, donde en la escena del cementerio trasmite la sensualidad necesaria en una corta intervención que no dejaba tiempo para el lucimiento.

Un caso diferente es el de Celia Pérez, sólo correcta y académica en su papel de Hilkka Karlsson, una mujer de extracción demasiado vulgar para las elegantes maneras de esta actriz, ideal para una Magdalena en Bernarda Alba o papeles de mayor vuelo.

Andrés Bernal representó al tendero Paavo Kiiski con la solvencia necesaria, imprimiendo a su discreto personaje con la decadencia y la moralidad justas, en un estilo sobrio pero inequívoco, que daba una idea exacta de su personalidad y sentimientos.

Diego Santos estuvo mejor en Helsinki representando a Heikki Härkälä, pero sólo tengo que decir que era muy difícil repetir el nivel de aquella representación de vividor borracho, sencillo y libidinoso a la vez. Su fortaleza como actor presiento que le ha hecho disfrutar del papel más divertido de la obra, un hombretón que se convierte en padre adoptivo de Runar y que desea tratarlo como a un hijo natural, adoptando un rol de padre que aligera una obra que puede hacerse pesada por su larga duración -dos horas y media- y su temática, desconocida por el público español.

He dejado para el final a Marjo Ikonen, la actriz que interpreta a la cándida Kyllikki, por la importancia que tiene para la obra, ya que la devoción de la actriz por el personaje la ha llevado a ser el motor de la compañía Ilmatar en España y en Finlandia, donde sus representaciones en Rihimäki y Helsinki han colmado sus sueños de dar vida a la virtuosa niña del bosque y los pantanos, tan ligados como los lagos a la geografía y el imaginario de Finlandia.

Con la muerte de Kyllikki en la primera parte no se acaba su actuación, pues reaparece en las ensoñaciones enfermizas de Runar y en el ataúd transparente, al modo de una cenicienta decimonónica de las pinturas de Waterhouse, resplandecientes su semblante y sus vestidos, fantasmagóricos a la luz de los mortecinos y efectivos focos de la Sala Ítaca, una sensible mejora con respecto al adorable pero vetusto Kokoteatteri.

Ikonen despliega toda su luz a lo largo y ancho del escenario, moviéndose con la agilidad de una adolescente, con un vestuario tan simbiótico con el de Runar que nos transporta a su vínculo emocional, a su interior, a una época más antigua que la de la segunda posguerra mundial a la que se refiere la obra. Diríase que un clasicismo del Medievo, al estilo de los Amantes de Teruel, de Romeo y Julieta, pero de final más sórdido, convertido Runar en el asesino de su verdadero amor, al que rechaza unirse por no mancillar su pureza de espíritu, que es en realidad el ideal de Runar, pues Kyllikki sólo desea unirse con su amado.

La adolescente, casi una niña, es el objeto de deseo de todos los varones del pueblo, desde el tendero hasta el párroco, y en algún pasaje se deja entrever que tal vez incluso de su propio padre, viudo de una mujer que se dedicó a la prostitución y acabó loca, en consonancia su pasado con el de Runar, cuyo padre se quitó la vida después de perder la razón y matar a sus compañeros de armas. Ambos sucesos son revelados a los amantes por sus respectivos padres, pero mientras en Kyllikki no influye debido a su fe en Cristo, a Runar le trastorna de tal manera que le lleva por los senderos de la locura homicida y la autolisis, en una compulsión a la repetición que prácticamente calca el comportamiento de su progenitor. Runar utiliza el cuchillo que le legó su padre, por mediación de su abuela Mari, para terminar con la vida de ambos enamorados.

El buen hacer técnico de Marjo Ikonen y su afán por el personaje nos identifican con la fragilidad de una joven brutalmente ultrajada durante toda la obra, pero a la que su fe protege. Son los momentos más dramáticos, más incómodos para el espectador, que desearía que no fueran tan explícitos. También Runar es ultrajado y burlado, en este caso en su virilidad, convirtiéndolo en un alter ego de Kyllikki, como dos espectros angelicales en un mundo de pasiones y brutalidad desatadas, con un simbolismo parecido al de la lámpara de luz de El Guernica de Picasso, que se eleva sobre la bestialidad de la guerra.

Son Kyllikki y Runar dos personajes muy logrados por los actores, si bien en algunos momentos están sobredimensionados, desenfocados, destacando en exceso por encima de los que representan al pueblo, bien integrados, coherentes y creíbles todos.

Tal vez unos diálogos más sustanciosos y cercanos con su padre y otros personajes podrían enganchar a Kyllikki a una obra en la que destaca como un ángel más que como una sufrida niña.

En resumen, y si tuviera que resaltar unos aspectos sobre otros, diría que la puesta en escena, de enorme sencillez, es la adecuada, la música sobresaliente, lo mismo que las tres canciones, también la pericia de los actores. Quizá Finlandia se ha perdido una actriz y gestora de talento -Marjo Ikonen- que se ha ganado para el teatro madrileño. Y de Rafael Díaz-Labín sólo quiero decir que me encantaría disfrutar de sus representaciones shakespearianas de largos monólogos cuanto antes mejor.

Creo que el gran esfuerzo realizado en traducir, adaptar y representar esta obra de Jussi Kylätasku no ha sido en balde, y puede poner los cimientos para que otras obras de autores teatrales finlandeses, tan desconocidos en España, sean disfrutadas por el entendido público de Madrid.

 

José Luis Muñoz Mora

Madrid, 15 de octubre de 2007





El Pantano, la obra y la compañía. La Compañía Ilmatar representa El Pantano, de Jussi Kylätasku. José Herrero, su director, nos explica la obra.

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Director de escena y dramaturgia:
José Herrero

Traducción:
Maritza Núñez

Ayudante de dirección: Rafael Díaz-Labín

Diseño de escenografía: Compañía Ilmatar

Diseño de iluminación: Txabi Pastorius

Vestuario:
Anuschka y Celia Álvarez

Utilería:
Vanessa Actif

Composición musical: Maria Santavuori

Arreglos musicales y espacio sonoro:
Irma Catalina Álvarez

Asesoramiento de la canción de Ulla:
Nati Vera

Diseño de cartel:
Anne Ikonen